
YO: Pasarás y mañana, sí, mañana, nos volveremos a encontrar. Esta semana, en su fin, nos enfrentaremos y no te dejaré, no, no te dejaré desmoronar mis sueños, mis mejores intenciones y mi esfuerzo. Estoy convencido de mis posibilidades y de lo que haré contigo: rozar, alcanzar, tocar, coger, sentir, saborear, abrazar y, a posteiori, dejar escapar para sonreír. ¿Crees que podrás contra mí?
TU: Pobre infeliz. Tú, sí tú, ¿qué tratas de conseguir, piensas obtener beneficio retándome? Debidamente conocido es que no tengo rival, nada ni nadie, capaz de osar enfrentarse a mí. Yo, que he visto el inicio, y seré el único capaz de ver el fin, yo, te deseo lo mejor, mas no trates de ser mi competidor. Sólo tú eres tu propio rival, no te dejes a tu merced.
YO: Cierto es, pero osar nombrarte como rival, supone encajonarte, sí, encajonarte, en una cifra insignificante. Suficientemente importante como para sentirme fuerte, será emocionante, saber que gano a mi propio ser en la lucha contra el elemento base.
ÉL: Señores, dado que deseais nombrarme, sí, nombrarme con connotación tan cuestionable, deciros que simplemente soy acompañante, el lugar, el donde, ingenuo pareces pensando en modo de odisea destacable. Nos veremos sí, desde mañana hasta que pares.
TU: Nervioso quedaste, sí, nervioso. Ya sabes, que tienes metas, sueños e ilusiones, disfrútalas, pues solo paso una vez por cada instante, te le doy, te le presto y seguidamente te le arrebato para que lo recuerdes.
YO: Tiempo, vos sabeis que os tengo presente, sí, presente. Por favor, continúa Apoyandome en adelante. Agua, el que acompaña cada instante mi sonrisa, sigue fuerte, sigue pareciendo débil, fácil de atravesar, mientras, yo seguiré luchando por pasarle por encima, apenas tocándole. Gracias.